El colibrí no permanece, pero deja huella. Su vuelo es breve y veloz, como un suspiro que acaricia el aire. Es símbolo de ligereza, de belleza y de alegría.
Este tótem representa a quienes viven el presente con intensidad. A las almas que han pasado por mucho, pero aún así eligen el color, la flor, la gratitud. Que han entendido que la vida no se mide en duración, sino en profundidad.
El colibrí enseña a encontrar lo sagrado en lo pequeño, a moverse con intención, a no cargar lo que no es necesario. Su energía es un recordatorio de que el alma también necesita alas ligeras para sanar.
